lunes, 19 de marzo de 2012

Vender sexo legalmente genera dudas en Holanda; persisten las mafias

Barrio Rojo de Ámsterdam. En el 2000, Holanda fue el primer país en legalizar la prostitución.

Se debate que la prostitución legal no ha evitado que sigan explotando a las trabajadoras sexuales.

Las vitrinas del Barrio Rojo de Ámsterdam son famosas por las mujeres medio desnudas que posan ante la mirada de miles de turistas venidos del mundo entero. Pero no las llaman prostitutas, sino "trabajadoras del sexo".

Así son consideradas en Holanda, donde la industria del sexo representa cada año ingresos para el erario de 1.000 millones de euros.

Desde 1980, Holanda es el único Estado en el mundo que tiene una política nacional e internacional de despenalización de las actividades ligadas a la prostitución. Además, en el 2000 fue el primer país en legalizarla.

Hoy, sin embargo, muchos dudan de la eficacia de esa política. En un comienzo se pensó que sacar de la sombra esa actividad, convertir los prostíbulos en un negocio como cualquier otro y transformar los proxenetas en empresarios, permitiría controlar el fenómeno.

Se evitarían, además, las violencias de las redes criminales, en particular los abusos contra las extranjeras sin documentos y erradicar la prostitución infantil.

Pero la realidad actual está muy lejos de ese escenario. En su gran mayoría, las prostitutas se hallan bajo el poder de las mafias.

Algunos consideran, incluso, que la supresión de las barreras legales ha estimulado la prostitución ilegal y que se ha intensificado la trata de mujeres con fines de explotación sexual por parte del crimen organizado.

La socióloga de la Universidad de Ámsterdam, Evelien Tonkens, declaró recientemente en un articulo del diario progresista Volkskrant que la legalización de la prostitución mostraba sobre todo que, en Holanda, "la libertad se ha desviado para convertirse en una simple coartada para la esclavitud".

En la actualidad, entre un 50 y un 90 por ciento de las prostitutas que trabajan en las vitrinas de Ámsterdam o en los 'salones de masaje' harían ese trabajo forzadas. De unas 6.000 trabajadoras sexuales del Barrio Rojo, escasamente un 2 por ciento afirma apreciar su trabajo, según una encuesta.

Numerosas mujeres originarias de África, Europa del Este y Asia se ven forzadas a prostituirse luego de que bandas mafiosas confiscan sus pasaportes.

Un proxeneta que se encarga de varias mujeres puede ganar hasta medio millón de euros anuales mientras que las prostitutas más afortunadas ganan escasamente unos 2.000 euros mensuales.

Las autoridades han podido constatar, por otro lado, el escaso eco que ha tenido la disposición legal que alienta las denuncias de los clientes cuando éstos observen que las mujeres trabajan bajo coacción.

Mientras que los 'consumidores de sexo' en el Barrio Rojo se elevan a unos 220.000, las denuncias no sobrepasan un par de decenas.

Desde el 2006, responsables locales del partido de izquierda laborista han propuesto cerrar el Barrio Rojo. "Es un error nacional", afirma el alcalde de Ámsterdam, Lodewijk Asscher.

Las ventajas

Los prostíbulos pueden ser obligados a autorizar el acceso ilimitado a sus locales de personal sanitario o grupos de vigilancia. Además, no pueden obligar a las mujeres a tener relaciones sexuales sin protección.

Asbel López

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