martes, 13 de marzo de 2012

El sexo sin amor existe y se vale



Aunque cueste creerlo, para muchas el sexo sin amor existe y es válido. Y, por favor, no se aterren, que hacerlo por gusto, solo para buscar placer sin darle explicaciones a nadie y sin tener que aguantarse la criticadera, debería ser un derecho.

A los lectores que quisieran colgarme del palo mayor por decir eso les recuerdo que exigir respeto por nuestra libertad sexual y tomar la sartén por el mango en la cama no solo es propio de las mujeres de hoy; ya va siendo hora de que entiendan que, en materia de sexualidad, podemos ir hasta donde queramos, por difícil que al resto del mundo le resulte.

Eso sí, cabe tener en cuenta que el sexo sin amor también tiene sus mínimos. Por ejemplo, si usted decidió tener un espontáneo encuentro de este tipo, por favor no se monte en la película de que eso le abrirá las puertas de una relación formal, con matrimonio incluido...

Las alucinaciones de este tipo durante el aquello están prohibidas.
Es más, no confunda con amor la eventual cercanía que pueda surgir de aquí... Y dirijo este mensaje particularmente a las mujeres, pues los hombres tienden a ser más prácticos en este aspecto, a veces demasiado para mi gusto.

Otra cosa: aunque nadie les pide sentarse a disertar, y menos en un instante de semejante alborote hormonal, ojalá ambos tengan dos segundos de cabeza fría para entender que se va a lo que se va y que bajo las sábanas sean capaces de tenerlo así de claro.

Eso incluye no preocuparse por lo que pasará al otro día, asumirlo como una novedad y disfrutar de la dosis de adrenalina que, sin duda, aportará. Ah, todo esto no quita que haya respeto mutuo y mucho menos justifica el descuido de no utilizar un condón. En eso sí debo ser enfática: si no hay uno a la mano, lo mejor es que agenden el recreíto para otro día. La seguridad ante todo, ¿no?

Y una más: si está enamorado, si es uno de esos afortunados que disfruta de polvos idílicos con alguien a quien ama de verdad, no se atreva a pasear por otra cama. En situaciones como ésta el sexo de ocasión no sólo contamina y desgasta, sino que suele ocurrir que a la pareja solo le baste una leve sospecha o un destello de suspicacia para darse cuenta. Ojo, señores: en esto ustedes tienden a ser obvios y malos mentirosos.

Mejor dicho, si las cosas están bien, ¿para qué enredarlas? ¡A pensar con la cabeza, mis amigos! Hasta luego.

ESTHER BALAC
Especial para EL TIEMPO

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